Una gota cae
pero no tiene tacto
pues su materia se desprende
de los párpados.
Otra baja por los tubos
(son las gotas viandantes de los aluminios).
Su misión: ser la arquitectura
de la oscuridad.
Hay otras, sensatas
-las meditabundas-
las que yacen cavilantes
en las hojas,
como escondiéndose, detrás de un biombo,
de un extraño calor.
Hay aquellas que tienen el valor de correr
sobre las mejillas, esas
son de viento,
son el centro
del alma
(recogidas en una mano trasparente
es como si empuñaran
el olvido).
Hay esas, que corren por el piso
-las terrenales-
como si temiesen caer
en un abismo
(aquellas que uno quisiera ver volar
cuando se pasea los túneles de las baldosas).
Pero hay más:
Aquellas que disfrazan los calurosos mediodías
con saliva.
Aquellas que se bifurcan en pliegues de fonemas
(las que nos nombran).
Aquellas que sonríen así
al verso,
a la escritura de frases mojadas
con el tintero de la boca
(al borde de la lengua
salen a encontrarse enamoradas de la lluvia).
Del Libro Matando Segunderos, 1998-2005
2 comentarios:
pero qué ritmo!... es bello ver deslizar estas palabras básicamente acuáticas por la pantalla!
lluvia de rostros...sin aliento
para los que idisfrutamos cada movimiento sacadico ocular...es un manjar inmortalizado en la sensibilidad de ests hombre.
Mis respetos
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