Rene Magritte, el arte de vivir, 1967
Por qué si al bajar de las fantasmagorías del ego, la caída ya se avanza.
Por qué si el fantasma del poder ya deja de ser tan importante.. por qué no descender como esa ya famosa pluma que cae en todos los países..
Si el licor, embrujo y creencia pasajera, del que se cree dueño del destino... simplemente se ablanda..
Entonces por qué no ser simple y llanamente como una herida
Una cosa frágil... por qué no ser tan bellamente vulnerable..
Mirar el horizonte, recuperar esas acrobacias tácticas de la conmoción de todo
Por qué no albergar esos días frágiles en el estómago.. por que no simplemente dejarse llevar sin conformarse..
Por qué no experimentar la renuncia que solo abona un territorio de semillas
Por qué no decir las cosas como son al saber que tal vez no son así
Por qué no abrigarse, empaparse, entristecerse..
Por qué no mirar al otro sin necesidad de querer siempre dominarlo, poseerlo, atravesarlo.
Por qué no dejarse llevar por esta anáfora por siempre..
Si es gris el horizonte
Si todo se abarca y se reduce en un tanteo del tiempo
Si aun siendo un mal ateo los dioses dan lecciones
Si aun se quiere como el insecto que copula al Tulipán
Por qué no reducirse, adentrarse, ponerse pieles invisibles
Somos carne que vive desde dentro, y las vísceras se alargan de palabras
Somos homenaje de cosas simples desde el intestino que se abruma
El dialogo eterno de la boca con el páncreas se vuelve alfabeto del alma
Una nube se atraganta en los ojos como un conejo sediento
Un mediodía no cabe en la cintura y a veces crece panza con el sueño
El calcio de los huesos es veneno que mata los poros del aire y los desata como hilos de la lluvia.
Todo sabor palpita, el aceite de oliva se vuelve elixir de una eterna juventud de la sonrisa.
Todo roce se reproduce como una peste honda que invade un tapete estremecido.
El frío tiene secretos lenguajes que enseñan todo del mundo y vivimos a veces del engaño fácil del verano.
Si todo esto existe para el que puede verlo.. para que el poder, para que los ornamentos.
Estar debajo del poder, no de ese que ya se tuvo sino del que siempre se quiso.
Digo que fui soberbio y no me importa admitirlo. Digo que alcé entre las barras de dulce repugnante el brazo del sabelotodo, la vara del que se siente dueño, la cobarde frialdad. Digo que fui un niño y luego un superhombre mintiéndose a sí mismo, y ahora desciendo tranquilo, por que los adjetivos me lo permiten sin vergüenza.
Caí en las necesidades fáciles, me entregué a una frivolidad vestida de inteligencia..
Ahora me miro y trato de recordarme. El espejo ya no es vidrio narcisista, es una bella crisis, una honda añoranza, un yoga rosado en los pulmones.
Miro y el ego es solo una palabra, es un algo que se posó sobre una condición, y ahora quiero ser noble sin ser un santo.
Miro y respeto mi brillo vulnerable, mis ganas de llorar, mi asco al exceso de seguridad.
Miro allí en ese rostro blanco como una nieve de venas, vellos y barbas, y me alegra no tener cicatrices del resentimiento.
Me alegra saber que no soy útil a la sociedad pero no un mediocre.
Me alegra no tener altares a la experiencia, pues vivo mil cosas en un solo momento; el mundo me afecta como una avalancha salada y solo puedo escribir una mínima parte de la riqueza de sabores.
Si cuando el ego vuelve a su posición natural, en algún lugar del corazón, se ama el silencio, se ama el negro que dejan los párpados cuando se cierran y se ama la imaginación.
Sep / 06