martes, abril 19, 2011

CIENCIA


Painter: Andrew Wyeth

Cómo sabías que justo en esta parte de mí habitaba este animal demente que ahora te lame lo infinito
Cómo sabías que en los poros yo también existía
y sacar de mis palmas combustiones luminosas
Cómo haces para que los pasos me hundan al centro de la tierra
que el cielo sea nuestro sin falsa eternidad
que podía ser el medium de tus pechos
que me gusta ser tu amigo
por que la amistad no perece
que temo a las ataduras y tú eres surtidor de ingeniosa libertad
en la que la cotidianidad se reinventa y se amalgama
Que me quito la costra del alma sin prudencia y te la pego en el principio de tus nalgas
Que así, me arrastro por encima tuyo
fraguando la calma, por entre las ranuras diminutas de tus telas
en las que vale la pena asfixiar la ciclope rutina
en mundos paralelos donde la poesía es la ciencia del mundo

de Iván Vargas, Matando Segunderos

martes, mayo 27, 2008

MUJERANTE II

Paint: Bacants, Jaume Carbonell

Por qué siempre tiene que ser una mujer

Por qué no un barco que se hunde

Un cambio que tropieza con el suelo

Por qué no una marejada de miedos que se atajan

Por qué no una tormenta en una habitación.

La muerte de un gato que se quiere.

O la desidia del mundo insoportable.

Por qué una mujer, y uno un perro, un cactus o una calle fría.

Por qué no el gran amigo, el abuelo o el tuerto que se aferra.

Por qué esa mujer eterna y deseable que se disfraza todo el tiempo.

Matrioshka que bebe aguas en los ríos.

Por qué la piel, tan lacerante. Por que la vista.

Por qué el deseo y su agonía.

¿Por qué una mujer y sus lacayas?.

¿Qué remedio de hechiceros cura el impulso de mirar a la medussa?

Por qué sus cantos internos, sus contraltos que escupen corrientes de flores en el vientre.

Por qué la oscuridad deliciosa que un muslo se pinta y repinta en movimientos.

Para qué la ropa, las divinas telas, los encajes, el brillo alucinógeno de un mechón que se estrella en la vista de repente, la vanidad ligera de las manos, el sesgo tirano de la yugular, el tenebroso y suicida techo de la oreja, el arco guerrero de una ceja.

Para qué la muerte, si en una mujer la muerte ronda todo el tiempo.

Gato de mil vidas, mi condena es suicidarme todo el tiempo.

lunes, octubre 16, 2006

VARIACIONES DEL DEGRAEGO

Rene Magritte, el arte de vivir, 1967

Por qué si al bajar de las fantasmagorías del ego, la caída ya se avanza.
Por qué si el fantasma del poder ya deja de ser tan importante.. por qué no descender como esa ya famosa pluma que cae en todos los países..
Si el licor, embrujo y creencia pasajera, del que se cree dueño del destino... simplemente se ablanda..
Entonces por qué no ser simple y llanamente como una herida
Una cosa frágil... por qué no ser tan bellamente vulnerable..
Mirar el horizonte, recuperar esas acrobacias tácticas de la conmoción de todo
Por qué no albergar esos días frágiles en el estómago.. por que no simplemente dejarse llevar sin conformarse..
Por qué no experimentar la renuncia que solo abona un territorio de semillas
Por qué no decir las cosas como son al saber que tal vez no son así
Por qué no abrigarse, empaparse, entristecerse..
Por qué no mirar al otro sin necesidad de querer siempre dominarlo, poseerlo, atravesarlo.
Por qué no dejarse llevar por esta anáfora por siempre..
Si es gris el horizonte
Si todo se abarca y se reduce en un tanteo del tiempo
Si aun siendo un mal ateo los dioses dan lecciones
Si aun se quiere como el insecto que copula al Tulipán
Por qué no reducirse, adentrarse, ponerse pieles invisibles
Somos carne que vive desde dentro, y las vísceras se alargan de palabras
Somos homenaje de cosas simples desde el intestino que se abruma
El dialogo eterno de la boca con el páncreas se vuelve alfabeto del alma
Una nube se atraganta en los ojos como un conejo sediento
Un mediodía no cabe en la cintura y a veces crece panza con el sueño
El calcio de los huesos es veneno que mata los poros del aire y los desata como hilos de la lluvia.
Todo sabor palpita, el aceite de oliva se vuelve elixir de una eterna juventud de la sonrisa.
Todo roce se reproduce como una peste honda que invade un tapete estremecido.
El frío tiene secretos lenguajes que enseñan todo del mundo y vivimos a veces del engaño fácil del verano.
Si todo esto existe para el que puede verlo.. para que el poder, para que los ornamentos.
Estar debajo del poder, no de ese que ya se tuvo sino del que siempre se quiso.
Digo que fui soberbio y no me importa admitirlo. Digo que alcé entre las barras de dulce repugnante el brazo del sabelotodo, la vara del que se siente dueño, la cobarde frialdad. Digo que fui un niño y luego un superhombre mintiéndose a sí mismo, y ahora desciendo tranquilo, por que los adjetivos me lo permiten sin vergüenza.
Caí en las necesidades fáciles, me entregué a una frivolidad vestida de inteligencia..
Ahora me miro y trato de recordarme. El espejo ya no es vidrio narcisista, es una bella crisis, una honda añoranza, un yoga rosado en los pulmones.
Miro y el ego es solo una palabra, es un algo que se posó sobre una condición, y ahora quiero ser noble sin ser un santo.
Miro y respeto mi brillo vulnerable, mis ganas de llorar, mi asco al exceso de seguridad.
Miro allí en ese rostro blanco como una nieve de venas, vellos y barbas, y me alegra no tener cicatrices del resentimiento.
Me alegra saber que no soy útil a la sociedad pero no un mediocre.
Me alegra no tener altares a la experiencia, pues vivo mil cosas en un solo momento; el mundo me afecta como una avalancha salada y solo puedo escribir una mínima parte de la riqueza de sabores.
Si cuando el ego vuelve a su posición natural, en algún lugar del corazón, se ama el silencio, se ama el negro que dejan los párpados cuando se cierran y se ama la imaginación.


Sep / 06

jueves, septiembre 21, 2006

EL CENTINELA

Mural de Henry Matisse

in memorian María Castro



Me siento desde mi atalaya viendo como partes.
Al principio, en la terraza no tenía nada.
Ni sillas, ni mesas, ni luz para presenciar la despedida.
Desnudo y miserable me raspaba las rodillas
viéndote a lo lejos.

Poco a poco, en medio de mi indigencia, he ido adornando
mi torre como un penthouse.
Haciéndome cobijas con los versos,
alfombrando la estancia con las deshojadas margaritas.
Haciéndome los muebles con los cuadros y los libros.
Poniéndome la música con los grillos.
Llamando al foco de la luna con aullidos.

También he hecho vino con mis lágrimas:
Cada día que pasa se añeja más.
Pronto haré cigarrillos con tus cartas
Y me sentaré a fumarte poco a poco,
mientras tu silueta se pierde en la penumbra.

Me quedaré viendo, en mi sillón nostálgico,
tu desaparición; tu adiós de sulfúrica espalda,
tu entrada cobarde y resignada al laberinto de dédalo.
Entonces, me beberé el dolor, me fumare tu historia.
-el olvido-

Cuando ya no pueda verte más
- como estos días de batalla -
ya no habrá más esperanza, ni más pasado;
todo lo que un hombre sólo y lleno de amor le talla
como piel de lagarto.

Daré la mano a los espejos
Besaré las hojas.
Copularé en la pluma.
La luna me dará ternura.

Me siento desde mi atalaya a presenciar
tu despedida.
Cada día un insignificante metro:
en la competencia absurda, soy fanático del caracol
y no de la gaviota.
Por ahora, soy la mala fe del hincha apasionado


Me quedo a ver, a asegurarme,
desde la torre de los días, que ya nunca más vuelvas.
Cuando te esfumes mis amigos subirán por la escalera
para hacerme una fiesta.
Sonreirán
llorarán a un mismo tiempo
de verme libre
con la condena a mi mismo.

del Libro: “Matando Segunderos” (1998-2004) por Iván Vargas.
Copyright

sábado, agosto 26, 2006

GUÍA EN PROSA PARA ESCUCHAR JAZZ

pintura: Sanat Resimleri
I
Un saxofón es un molino donde la
carne se vuelve harina de lenguajes.
El piano como sudario de las manos,
el aliento que salta entre acordes y violentas sutilezas espontáneas.
Música del error, los nervios, la trémula seguridad.
Cuando algún dios remueve las conciencias
con hondas advertencias lo hace con voz de contrabajo.
En las fiestas de todos los cielos y todos los infiernos suena el Bebop.
En los casamientos de todas las deidades suena un Swing.
Desde Nueva Orleáns, Cristo ya no escucha a Bach.
Ni el Brahmán sus cítaras.
El Ying Yang es tan solo el ritmo y las escalas.
Todos los dioses, fantasmas, fuerzas mágicas, duendes, patasolas se pueden invocar con música de Coltrane.
Los milagros suenan como una big-band.
Cuando un romance es amistad pura, Ella y Louis celebran en el fondo.
La melodía es solo el último recurso
del inmenso abecedario de la música del hombre.
No hay música más humana que la que obliga a un ser-pájaro a no hablar más
con la voz del diccionario.
Trampas al oído, espanta-tontos: la música de Júpiter improvisa frenética
mientras irónica se disfraza de fondo de restaurantes.

II
No eran los germanos gritos orquestales de Wagner
la banda sonora de las tres transformaciones.
Al igual que la vida, que es caos, los llantos del jazz se vuelven
frenéticos, una onda que estremece a la insolente unidad indivisible.
(Charcos de sangre revuelta en las baldosas de un estudio: cuarteto de Jazz).
A veces un diálogo de batería y trompeta
es multiplicidad e individualidad, revueltos en una sopa de verduras expresivas, de especias picantes, de sensaciones agridulces, tentaciones transfiguradoras.
Los sonidos se entrelazan en un juego de creación y destrucción, donde los acordes son el sebo que sale de los brazos.
La guerra, el poder, la lucha; es Piano vs. Bajo.
Es un astillero de octavas que se lanza en ristre contra la cortante batería.
Hombres que se vuelven cobre, dedos de madera, ojos de cuerda, lenguas de aluminio; negros que dejan de ser negros y se vuelven de pronto mensajeros de las entrañas del mundo, los estómagos de los guerreros.
Nunca la música fue tan auténticamente violenta.
Los que tocan jazz son kamikazes que aniquilan sus vidas
estrellando sus instrumentos contra el pecho.
Harakiri de pentagramas olvidados.

III
Cuando se está falsamente triste, Miles Davis.
Cuando se está irremediablemente sensual, Chet Baker.
Cuando se está insoportablemente trascendental, John Coltrane.
Cuando quieras vivir en una película de Woody Allen , Benny Goodman.
Cuando se está ridículamente tierno, Art Tatum.
Cuando se está risueño, Louis Armstrong.
Cuando hablas y nadie te entiende, Thelonius Monk.
Cuando te sientes un romántico frustrado, Charlie Parker.
Cuando se es tan sensible como una herida, Ella Fitzgerald.
Cuando te crees a la vanguardia, Ornette Coleman.
Cuando te crees tan excéntrico, Charles Mingus.
Cuando eres tan melancólico, Sarah Vaughan.
Cuando te sientes tan latino, Arturo Sandoval.
Cuando sientes que tienes alma de jugador, Count Basie.
Cuando eres seductor y te da por los clichés, Les Brown.
Cuando eres un conversador impulsivo, Dizzy Gillespie.
Cuando te sientes tan sublime, Keith Jarrett.
Cuando te crees tan polígamo, Stan Getz.
Cuando eres tan cursi y tan simplón, Kenny G.

domingo, julio 30, 2006

ATARDECER

Foto, Juan Pachón, Bogotá
I
En el ojo tropieza la ciudad
cuando cierro el párpado se desvanece:
parece que algo la cubriera de piel
para no verla desnuda.
Las calles y sus bichos de metal,
las antenas heroicas,
el atardecer que se desmaya
sobre el hormiguero.
Yo detrás del biombo transparente;
hace que el terrible paisaje,
parezca un verso
sobre un viejo mantel.
La tarde duerme
en la habitación del humus.
El viento sopla allá
y yo no siento la borrasca.
Las luces comienzan su despliegue;
No hay quien me salve
a la inminente llegada de la noche.

II
Como un navío desplomado
Rompiendo formas de la mar
se refleja el cielo con mi tinta.
En el espacio,
la mirada se ensucia de material celeste.

Parado en la ventana
me ataca un primate loco,
que juega con las lianas de mi mente;
cada vaivén es un estruendo de recuerdo.
Me farfulla
que la soledad
es el insomnio en la ventana
cuando se contempla.

III

El anochecer se levanta
como un niño que despedaza
un girasol anacoreta.
La tarde se va vertiendo
en galerías de cloacas.
El ultimo sonido de sus pasos
deja una estela en el azul oscuro.

Se ha dormido la luz,
acompañada de su ejército
de cordones de hierro.
Y su ultimo rocío
se sostiene del cordón
de las calles angostas.
Yo voy por estas con las gentes.
Guiados por el sol final
navegamos en su eco estridente,
abrazados a las yemas de su rostro luminoso.
Las aceras son el coliseo
donde las bestias de la noche
obedecen al nuevo Cesar del atardecer